Nuestra historia

En Apulo, Cundinamarca, tejemos con paciencia, conversación y memoria.
Cada canasto nace del carrizo, del sol, y del cariño que pasa de mano en mano.

Cómo empezó todo

Chusquea nace con don Buenaventura, quien llegó a Apulo, Cundinamarca tras recorrer la región andina con un oficio aprendido de su abuelo: tejer canastos de carrizo. Al ver que en Apulo había buen material, comenzó a tejer para subsistir… y decidió quedarse. Así, en el patio de casa, entre sol y risas, nacieron los primeros canastos; primero para la familia y los vecinos, luego para mercados y celebraciones. Hoy seguimos ese camino: piezas hechas a mano, con calma y memoria.

Una tradición que crece con nosotros

"Aquí no solo tejemos formas: tejemos historia."

Don Buenaventura cuenta el origen de Chusquea.

El carrizo y su magia

El carrizo es una fibra fuerte y flexible. Se corta, se seca al sol y se limpia antes de convertirse en trenzas. Su textura nos recuerda el valor del cuidado y la paciencia. Cada varilla trae consigo la tierra de Apulo; cada nudo es un gesto de respeto a la naturaleza. Por eso nuestros canastos no son solo objetos: son memoria útil.

El material que nos conecta con la tierra

El valor del trabajo hecho a mano

Tejer requiere paciencia: cada pieza toma horas y cada trenza pide atención. En nuestro taller no hay prisa ni máquinas; hay conversación, música de fondo y el sonido del carrizo entre las manos. Hacemos series pequeñas, cuidamos el detalle y honramos el tiempo que toma hacer las cosas bien.

Tejer también es cuidar

Un oficio con propósito

Chusquea es más que una tienda: es la manera de mantener viva la cestería de carrizo que don Buenaventura nos legó. Cada compra apoya trabajo familiar, materiales renovables y un saber que merece continuar en Apulo.

Lo que queremos conservar

"Gracias por valorar lo auténtico, lo imperfecto y lo que nace del corazón."

Legado de don Buenaventura

Dos capítulos para escuchar su voz

Historia de vida

Legado